Llega un día que tu mejor amiga te invita a salir y te dice que te pongas guapa.
Y yo que hace años que no salgo, que no me pongo guapa, y encima creo que soy vieja para ello ni corta ni perezosa le digo que si.
Posiblemente no le hubiera dicho que si, si no desconfiara de Antonio.
Antonio me estaba engañando.
Me casé hace cinco años, muy enamorada. Y con la ilusión de que sería para toda la vida.
Supongo que como todas las personas que nos casamos.
No sé que fue lo que fastidió el amor... supongo que tras tres años intentando ser padres sin resultado quizás estábamos quemados y por culpa de eso habíamos tenido mil discusiones.
Mil discusiones porque quizás sea su culpa que sus espermatozoides no "furulan", o quizá la mía que a mis ovarios no les daba la gana.
Aunque no directamente yo sé que Antonio me culpaba a mi, igual que yo le culpaba a él.
Y esa presión estaba haciendo mella en nuestra relación.
Hacía tres años que no trabajaba, estaba en paro desde que la oficina donde había trabajado toda la vida había cerrado por la crisis.
Eso también quemaba mucho, me pasaba los días en casa, limpiando, cocinando, una y otra vez, todos los días igual... y el día que quería sorprender a Antonio e ir a algún sitio, y cambiar de aires me decía que estaba cansado de trabajar y que ya saldríamos otro día.
Pero ese "otro día" no llegaba nunca.
Y yo poco a poco me iba consumiendo.
Me sentía egoísta, porque Antonio trabajaba mucho, y gracias a su sueldo podíamos vivir los dos.
Y la verdad sea dicha, yo no estaba buscando nada, porque nuestro plan era tener niños y no quería perderme las infancias, si me podía permitir estar con ellos mejor que mejor. Y me lo podía permitir.
Antonio ganaba bastante pasta.
Pero llega un día que te das cuenta que tu marido no suelta el móvil, que nunca lo deja a tu alcance, que lo apaga para cargarlo por las noches, y que nunca nunca tienes la oportunidad de ver el móvil lejos de las manos de él.
Yo nunca se lo he tocado, ni pasarme por la cabeza... pero ese detalle me daba vueltas y vueltas... y me daban ganas de cogerlo para ver que escondía algo.
Porque Antonio escondía algo. Lo conocía muy bien.
Antonio nunca tiene detalles, ni el día de Sant Jordi me regala nada, ni en San Valentín... con la excusa de que esas fiestas las patrocina el Corte Inglés y que no se le tiene que poner fecha para regalarle algo a tu pareja, que esos detalles tienen que salir. Pues a él nunca le salen.
Y así iba nuestra relación, con mucho rencor y mucha culpa. Y muchas sospechas.
Así que algo que no le he contado a nadie es que contraté a un detective.
Ya sé que suena a película, pero si existen.
El mío muy peculiar, y físicamente la verdad no me dio ninguna confianza, pero bueno, me fié de él.
Me cobró medio riñón. Y lo único que tenía que esperar era su llamada.
La razón por la que lo contraté es porque no tenía ninguna prueba de su infidelidad. Y podía ser que estuviera loca y me estuviera imaginando cosas donde no las había o que Antonio me mentía como un bellaco.
Si me mentía me sería más fácil dejarlo.
Y encima me sentiría bien, porque tendría la certeza de que la relación se la había cargado él mojando el churro en un chocolate que no era el suyo.
Y si me equivocaba, dejaría de comerme la cabeza, viviría en paz y perdonaría a Antonio.
El detective era un hombre muy mayor, pelo canoso, y pipa de las de antes... tenía voz de carajillero, y los mofletes sonrosados... la verdad que no daban ganas de pedirle nada, pero no me quedaba otra.
Así que salí con mi amiga, que me llevó a un garito de la zona y me lo estaba pasando sorprendentemente bien... la verdad es que está un poco loca, y sus historias nunca te dejan indiferente, y desconectar de mi rutina siempre va bien.
Después de muuuchos gin tonics fui al lavabo con la vegilla a punto de estallar.
Estoy segura que si hubiera meado en un vaso me podría haber bebido otro gin tonic y gratis.
Ya que era lo único que tenía mi cuerpo ese día.
Cuando entré en el lavabo y estaba rodeando la taza con papel higiénico para no pillar el SIDA ni ladillas, me llegó un whatssap del detective que me dejó alucinada.
Lo que primero me dejó alucinada fue que aquel hombre octagenario fumador de pipa y bebedor de carajillos supiera escribir whatssaps.
Y lo segundo fue la foto que recibí.
Mi Antonio entrando a un portal con una rubia asiliconada.
No me lo podía creer.
Encima pondría la mano en el fuego que esa rubia era de pago.
Mi Antonio guapo guapo no era... y esa rubia era muy joven para él, y mucha teta.
Era de pago.
Salí del lavabo con la cabeza dándome vueltas de tanto alcohol que había tragado y supongo del shock que acababa de recibir y que aún no había asimilado.
Me tropecé con un mulatito de muy buen ver.
Con una espalda 4x4 y unos brazos en los que podría colgarme.
Me sonrió con unos labios la mar de jugosos y una sonrisa perfecta.
Y sin pensármelo dos veces le abracé por el cuello y lo besé.
Chúpate esa Antonio, y yo no pago.
El mulatito primero sorprendido por mi iniciativa, y después cachondo perdido me metió la lengua hasta el esófago.
Una lengua que se notaba que tenía práctica y jugaba con la mía como si la conociera de toda la vida, me besaba con pasión, succionando y mordiéndome el labio como nunca nadie había hecho.
Noté como se empapaban mis bragas.
Me empotró contra la pared y me besó el cuello cogiéndome del pelo con la otra mano.
Me hacía daño y a la vez me retorcía de placer, noté como mis pezones se endurecían y los restregué en su torso, duro como una piedra.
Me estaba poniendo muy mala, bajé mi mano hacia el bulto que asomaba por su pantalón y noté una bomba de relojería.
Ese chico iba bien armado. No podía ser... tan grande era...? Eso podía existir?
Comprendí rápidamente que la leyenda urbana sobre el tamaño de los negritos era cierto... no era como la del negro del whatssap, pero poco le faltaba.
Al lado de mi Antonio, mi Antonio tenía un gusano de seda, a parte de ser un gran capullo.
Me dieron ganas de ponerla en mi boca y hacerle gritar de placer.
Pero estaba en un lugar público, vi a mi amiga por el rabillo del ojo sola en la mesa jugueteando con la caña de su gin tonic y la mirada perdida.
Así que con el calentón que tenía frené en seco, y le dije a mi mulatito que tenía que irme, y que encantada, ni siquiera había escuchado su voz.
- El plaser ha sido todo mio bella dama
- Igualmente caballero
- Pero disculpe, podría anotarme su teléfono, me gustaría conoserla mejor
Dudé un par de segundos... esto ya había ido demasiado lejos, le había tocado el pene, comido la boca y encima de la manera que todo había sucedido seguro que pensaba que era una cualquiera...
El alcohol habló por mi.
- Apunta morenito 6888...
- Mi nombre es Ricardo
- Estela
Le di un último beso apasionado y volví a mi mesa un poco manoseada, y con una teta fuera del sujetador, que con disimulo por el camino volví a recolocar.
Mi amiga estaba flipando y a la vez divertida por el desliz.
- Camarero dos gin tonics. - Dijimos al unisono.
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Y yo que hace años que no salgo, que no me pongo guapa, y encima creo que soy vieja para ello ni corta ni perezosa le digo que si.
Posiblemente no le hubiera dicho que si, si no desconfiara de Antonio.
Antonio me estaba engañando.
Me casé hace cinco años, muy enamorada. Y con la ilusión de que sería para toda la vida.
Supongo que como todas las personas que nos casamos.
No sé que fue lo que fastidió el amor... supongo que tras tres años intentando ser padres sin resultado quizás estábamos quemados y por culpa de eso habíamos tenido mil discusiones.
Mil discusiones porque quizás sea su culpa que sus espermatozoides no "furulan", o quizá la mía que a mis ovarios no les daba la gana.
Aunque no directamente yo sé que Antonio me culpaba a mi, igual que yo le culpaba a él.
Y esa presión estaba haciendo mella en nuestra relación.
Hacía tres años que no trabajaba, estaba en paro desde que la oficina donde había trabajado toda la vida había cerrado por la crisis.
Eso también quemaba mucho, me pasaba los días en casa, limpiando, cocinando, una y otra vez, todos los días igual... y el día que quería sorprender a Antonio e ir a algún sitio, y cambiar de aires me decía que estaba cansado de trabajar y que ya saldríamos otro día.
Pero ese "otro día" no llegaba nunca.
Y yo poco a poco me iba consumiendo.
Me sentía egoísta, porque Antonio trabajaba mucho, y gracias a su sueldo podíamos vivir los dos.
Y la verdad sea dicha, yo no estaba buscando nada, porque nuestro plan era tener niños y no quería perderme las infancias, si me podía permitir estar con ellos mejor que mejor. Y me lo podía permitir.
Antonio ganaba bastante pasta.
Pero llega un día que te das cuenta que tu marido no suelta el móvil, que nunca lo deja a tu alcance, que lo apaga para cargarlo por las noches, y que nunca nunca tienes la oportunidad de ver el móvil lejos de las manos de él.
Yo nunca se lo he tocado, ni pasarme por la cabeza... pero ese detalle me daba vueltas y vueltas... y me daban ganas de cogerlo para ver que escondía algo.
Porque Antonio escondía algo. Lo conocía muy bien.
Antonio nunca tiene detalles, ni el día de Sant Jordi me regala nada, ni en San Valentín... con la excusa de que esas fiestas las patrocina el Corte Inglés y que no se le tiene que poner fecha para regalarle algo a tu pareja, que esos detalles tienen que salir. Pues a él nunca le salen.
Y así iba nuestra relación, con mucho rencor y mucha culpa. Y muchas sospechas.
Así que algo que no le he contado a nadie es que contraté a un detective.
Ya sé que suena a película, pero si existen.
El mío muy peculiar, y físicamente la verdad no me dio ninguna confianza, pero bueno, me fié de él.
Me cobró medio riñón. Y lo único que tenía que esperar era su llamada.
La razón por la que lo contraté es porque no tenía ninguna prueba de su infidelidad. Y podía ser que estuviera loca y me estuviera imaginando cosas donde no las había o que Antonio me mentía como un bellaco.
Si me mentía me sería más fácil dejarlo.
Y encima me sentiría bien, porque tendría la certeza de que la relación se la había cargado él mojando el churro en un chocolate que no era el suyo.
Y si me equivocaba, dejaría de comerme la cabeza, viviría en paz y perdonaría a Antonio.
El detective era un hombre muy mayor, pelo canoso, y pipa de las de antes... tenía voz de carajillero, y los mofletes sonrosados... la verdad que no daban ganas de pedirle nada, pero no me quedaba otra.
Así que salí con mi amiga, que me llevó a un garito de la zona y me lo estaba pasando sorprendentemente bien... la verdad es que está un poco loca, y sus historias nunca te dejan indiferente, y desconectar de mi rutina siempre va bien.
Después de muuuchos gin tonics fui al lavabo con la vegilla a punto de estallar.
Estoy segura que si hubiera meado en un vaso me podría haber bebido otro gin tonic y gratis.
Ya que era lo único que tenía mi cuerpo ese día.
Cuando entré en el lavabo y estaba rodeando la taza con papel higiénico para no pillar el SIDA ni ladillas, me llegó un whatssap del detective que me dejó alucinada.
Lo que primero me dejó alucinada fue que aquel hombre octagenario fumador de pipa y bebedor de carajillos supiera escribir whatssaps.
Y lo segundo fue la foto que recibí.
Mi Antonio entrando a un portal con una rubia asiliconada.
No me lo podía creer.
Encima pondría la mano en el fuego que esa rubia era de pago.
Mi Antonio guapo guapo no era... y esa rubia era muy joven para él, y mucha teta.
Era de pago.
Salí del lavabo con la cabeza dándome vueltas de tanto alcohol que había tragado y supongo del shock que acababa de recibir y que aún no había asimilado.
Me tropecé con un mulatito de muy buen ver.
Con una espalda 4x4 y unos brazos en los que podría colgarme.
Me sonrió con unos labios la mar de jugosos y una sonrisa perfecta.
Y sin pensármelo dos veces le abracé por el cuello y lo besé.
Chúpate esa Antonio, y yo no pago.
El mulatito primero sorprendido por mi iniciativa, y después cachondo perdido me metió la lengua hasta el esófago.
Una lengua que se notaba que tenía práctica y jugaba con la mía como si la conociera de toda la vida, me besaba con pasión, succionando y mordiéndome el labio como nunca nadie había hecho.
Noté como se empapaban mis bragas.
Me empotró contra la pared y me besó el cuello cogiéndome del pelo con la otra mano.
Me hacía daño y a la vez me retorcía de placer, noté como mis pezones se endurecían y los restregué en su torso, duro como una piedra.
Me estaba poniendo muy mala, bajé mi mano hacia el bulto que asomaba por su pantalón y noté una bomba de relojería.
Ese chico iba bien armado. No podía ser... tan grande era...? Eso podía existir?
Comprendí rápidamente que la leyenda urbana sobre el tamaño de los negritos era cierto... no era como la del negro del whatssap, pero poco le faltaba.
Al lado de mi Antonio, mi Antonio tenía un gusano de seda, a parte de ser un gran capullo.
Me dieron ganas de ponerla en mi boca y hacerle gritar de placer.
Pero estaba en un lugar público, vi a mi amiga por el rabillo del ojo sola en la mesa jugueteando con la caña de su gin tonic y la mirada perdida.
Así que con el calentón que tenía frené en seco, y le dije a mi mulatito que tenía que irme, y que encantada, ni siquiera había escuchado su voz.
- El plaser ha sido todo mio bella dama
- Igualmente caballero
- Pero disculpe, podría anotarme su teléfono, me gustaría conoserla mejor
Dudé un par de segundos... esto ya había ido demasiado lejos, le había tocado el pene, comido la boca y encima de la manera que todo había sucedido seguro que pensaba que era una cualquiera...
El alcohol habló por mi.
- Apunta morenito 6888...
- Mi nombre es Ricardo
- Estela
Le di un último beso apasionado y volví a mi mesa un poco manoseada, y con una teta fuera del sujetador, que con disimulo por el camino volví a recolocar.
Mi amiga estaba flipando y a la vez divertida por el desliz.
- Camarero dos gin tonics. - Dijimos al unisono.
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Deseando que llegue el miércoles para ver como sigue la historia!!!
ResponderEliminarMiércoles fucsias forever.Un besito.
Deseando que llegue el miércoles para ver como sigue la historia!!!
ResponderEliminarMiércoles fucsias forever.Un besito.
Gracias!!! Los miércoles se visten de fucsia jejeje muaaa!!
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