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Mis Queridos Acompañantes

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Cada día a la misma hora cogía el mismo metro para ir a trabajar. Siempre iba distraída leyendo y hasta después de unas semanas no me empecé a dar cuenta que la mayoría de personas que viajaban en mi vagón eran las mismas cada día.
Quizás pueda parecer absurdo obsesionarse con algo tan irrelevante, pero a mi me empezó a fascinar. Dejé de leer mi libro y empecé a imaginarme la vida de mis acompañantes.
Más de una vez tuve que ahogar un saludo, ya que aquellas personas se habían convertido tan familiares para mi, que mis labios no podían evitar saludarles con entusiasmo, aprendí a reprimir mis impulsos y a intentar que no se notara demasiado mi curiosidad.
En Badalona - Pompeu Fabra se subían tres de mis acompañantes a los que ya había puesto un nombre y una vida que les pegara.
María, la más joven iba con una carpeta de la UAB, vivía en un piso compartido, tenía una rasta de color lila y siempre iba con prisas y escuchando música.
Jimena era una señora de la limpieza que siempre iba jugando al "candy" y cotilleando a la gente del vagón con poco disimulo.
Raúl era un chico deportista, muy guapo y muy creído. Siempre iba chateando con el móvil. A este intentaba mirarlo lo menos posible para que no se lo creyera más de lo que ya se lo creía.
En la Pau se subía el empresario del maletín, sabía que se llamaba Enrique porque una vez subió con una mujer que lo llamó, tenía mucha curiosidad de saber que llevaba en ese maletín.
Estos cuatro se bajaban en el Clot.
No tardé mucho en averiguar que estaban relacionados entre si, y que no tramaban nada bueno.
Siempre había tenido buen ojo y mucha psicología por lo que empecé a ver las señales que se enviaban continuamente y empecé a temer por las vidas de los demás pasajeros. Todo era muy claro, y muy bien estudiado, eran cuatro personas completamente diferentes imposible relacionarlas... muy bueno el truco de la rasta lila, el traje de limpieza, el deportista y el empresario rico... muy buena jugada, pero a mi no me iban a engañar.
Empecé a sentarme al lado de Raúl, el deportista y a mirar de reojo los whatsapps sin que se diera cuenta. Un día, pude leer claramente como le había escrito María y le había puesto: Cari hoy es el gran día! Mucha suerte! La necesitarás!
Vi como Jimena hoy no estaba jugando al "candy" y observaba el maletín con el labio tembloroso.
- Mierda iban a actuar hoy, quizás no era en el metro... quizás era en la torre Agbar y se bajaban en el Clot para disimular... tenía que quitarle el maletín a Enrique antes de que fuera demasiado tarde... (Pensé).
Ese día estaba muy nerviosa, escribí a mi compañera de trabajo para decirle que  hoy no podía ir. Tenía que actuar. Mi plan era arriesgado pero tenía que intentarlo. Cuando el metro abrió las puertas en el Clot yo rápidamente empujé a Enrique y le quité el maletín. Salí corriendo disparada, sin rumbo fijo, quería irme lejos y que explotara lo más lejos de la civilización.
Iba corriendo por la zona del ayuntamiento del Clot cuando me di cuenta de lo que había hecho, me sentí enloquecida, sudando, nerviosa, ida. ¿Me estaba volviendo loca?
Decidí que ya que lo tenía podía abrir el maletín y al menos me quedaría más tranquila, lo devolvería y todo volvería a la normalidad.
En  el mismo momento que abrí la cremallera del maletín el vigilante del metro me arrestó y acabé aquí.
En la habitación de las paredes acolchadas.
Solo espero que María, Jimena y Enrique vengan a visitarme y me perdonen.
Raúl no, que luego se lo cree más aún.




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