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Después del gran descubrimiento de aquella noche: mi adorable novio, decidí conocerlo mejor, que menos después de haberme hecho la cena.
Así que me senté frente a él y lo acribillé a preguntas. Que voz más bonita tenía, y era guapo y "apañao", la verdad es que siempre había tenido buen gusto a la hora de elegir, de algo me había servido ser tan exigente. Conmocionada por tanta información de golpe, me fui a dormir con una sonrisa en la cara y orgullosa pensando que la gran meta de mi vida la había superado: No llegar soltera a los 30.
A la mañana siguiente, Kevin, que así se llamaba mi dulce novio no estaba, me había dejado una nota en la cocina, en ella decía que estaba muy rara pero que le encantaba y había dibujado un corazón con nuestros nombres. Sorprendida e ilusionada por el detalle empecé a saltar de alegría como una adolescente, le molo a Kevin, le molo a Kevin me repetía a mi misma; fui corriendo a coger el móvil para mandar una nota de voz a mis amigas explicándoles todo! Cuando recordé que mi móvil había muerto.
De todos modos, y aunque haber perdido a mi gran amigo era un gran disgusto no estaba del todo disgustada ya que se había abierto un nuevo mundo ante mi... así que cogí mi bolso y salí decidida a la calle a comprar algo especial para comer y así sorprender a Kevin, no sabía porque pero estaba segura que la antigua yo no era muy detallista.
Al salir a la calle, vi muchísima gente para arriba y para abajo, casi todos con el móvil en la mano... me pregunté si siempre era así la calle, y si yo también era una especie de robot con un móvil como extensión de mi brazo, me imaginé que si y me sentí muy culpable... muy culpable de haberme perdido tantas cosas...
Mientras aquel señor trajeado que iba escribiendo en su móvil pasaba por la acera un alegre perrito le movía la cola y el señor ni siquiera sentía su presencia, una adolescente iba con el móvil y los auriculares pasando por el paso de cebra con el semáforo en rojo para los peatones haciendo frenar bruscamente a un coche, sin enterarse siquiera... ¿Que estaba pasando? La gente tenía apariencia de robots, no se enteraban de nada a su alrededor, pensé que si me desmayara en aquel momento nadie me recogería, al contrario, me pisarían como si nada. Era invisible. Esa era la palabra. Las personas eran invisibles a las otras personas, lo único visible eran sus móviles y sus vidas virtuales.
Una pareja iba cada uno a la suya encegados en su móvil, sin hablar, reír entre ellos, en lugar de eso se reían de lo que veía cada uno en su pantalla... Todo era muy extraño... yo había sido igual, pero no te das cuenta... Todo cambia cuando tu eres el espectador. Estoy segura que si intentaba demostrárselo a alguno de ellos pasarían de mi, ya que no querían darse cuenta... eran como yonkis y el móvil la heroína. Y no exagero.
Proseguí mi camino y miré a mi alrededor... los escaparates, las tiendas, los letreros de las tiendas, todo era desconocido para mi. Y estaba en mi propia calle. Una calle por la que mínimo pasaba 6 veces al día.
Entré en un super nuevo para mi, y la cajera sonriente me saludó como si me conociera... fui a la sección de frutería a comprar un quilo de patatas, y mientras las seleccionaba un hombre me miraba a lo lejos, le miré e intenté recordar quien era... me sonaba, me sonaba... pero nada... no había manera, el hombre me sonrió y me saludó, le devolví el saludo para quedar bien, y avanzó hacia mi... mierda... ahora tenía que seguirle el royo hasta que soltase algo que me hiciera recordarlo...
El hombre era un hombre mayor, con el pelo cubierto de canas, y una mirada entrañable... lo primero que me dijo fue: - ¿hija que haces sin tu móvil? Se me hace raro verte así - sonrió; y de repente me vino la luz... era mi padre.
No había reconocido a mi propio padre.
Pasaron los días y podría contar mil anécdotas como estas, todo fue como el gran despertar... descubrí que tenía un montón de gente a mi alrededor, que me conocían y me querían, a veces eran familiares, a veces amigos, a veces conocidos... pero yo nunca los había visto, o no les había hecho caso...
Vi como aquella señora a la que se le había posado una bella mariposa de un color fucsia precioso en el hombro y no lo había visto, y lo triste es que si lo hubiera visto se hubiera hecho una foto para subirla a instagram ponerle un bonito filtro y colgarla, y no hubiera disfrutado de ese momento mágico...
Así era la vida ahora, un álbum con fotos de momentos no disfrutados, estábamos más preocupados de salir bien en la foto, y que la foto fuera bonita y sorprendente que disfrutar de la compañía de aquel amigo que cumple años.
Después de 14 días volví a tener móvil, y pensé que no me volvería a enganchar... si podía haber soportado 14 largos días sin chutarme podría soportar una vida entera. No fue exactamente así...
Pero bajé la dosis, no volví a tocar el móvil cuando disfruto de la compañía de mi novio, ni de mis amigas, ni de mi familia... Aunque ellos si lo hagan, y la verdad me molesta mucho, pero no digo nada porque yo era igual... es como el que deja de fumar y le molesta el humo, pues igual...
Me he marcado mil retos y estoy esforzándome intentando cumplirlos, por lo que tengo menos tiempo para estar pendiente del móvil... aún entro en sincope si me lo dejo, o si voy sin batería... pero he reducido un 50 por ciento mi adicción, no creo que nunca la supere al 100 por 100 ya que la vida de ahora nos obliga a estar de una manera u otra conectados, pero me siento orgullosa de haber recuperado un valor importante que nos enseñan a todos desde pequeños: el RESPETO.
Y así sigue me vida, odiando a los Iphone siempre, siempre a la última en nuevas tecnologías, pero si quedo contigo para tomar un café mis ojos solo estarán pendiente de una cosa, de TI.
Os dejo que voy a mandar un whatsap, jejejejeje
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